Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.- GABRIEL GARCIA MARQUEZ

domingo, 7 de octubre de 2012



De más está decir que esa noche no pude pegar un ojo. Cada vez que lograba conciliar el sueño, esa risotada me despertaba.
Me levanté antes que de costumbre, si lo único que hacía era girar en la cama. Salí temprano, esperaría en la puerta hasta que Jorge salga y hablaría con él, tenía que salir. Si no, esta vez si, la comisaria me aguardaba, no podía ya con esta incertidumbre un minuto más.
Espere, nada pasó, volví a tocar timbre y nadie contesto como era ya previsible. Volví a pararme al  lado de la puerta. No dejaba de mirar mi reloj mientras aguardaba por alguna novedad.
De repente la puerta de entrada se abrió dejando lugar a un gordo que prácticamente no cabía en la puerta. –Disculpe, sabe algo del ocupante de la vivienda número tres, hace una semana que quiero y no puedo contactarme con él- mi rostro no podía disimular mi preocupación.
El gordo me miro, lanzó una carcajada y con total desparpajo me dijo –pasa, fijáte vos- se marchó dejando la puerta abierta tras de sí, caminando mientras seguía riendo, cosa que me indignó en sobremanera.
Tenía la oportunidad y la iba a aprovechar. Entre sin dudarlo, caminé hasta el número tres sin mirar las otras puertas ni detenerme a hacer una inspección del lugar. Ya estaba allí, de la puerta solo colgaba un desvencijado tres de madera que casi parecía una doble ve por estar caído. Golpeé, ocurrió lo mismo que con el teléfono y con el timbre: absolutamente nada. Toqué el picaporte, lo moví, la puerta cedió y tras un crujido se abrió. La casa estaba iluminada tenuemente, podía apreciar un tono amarillento y avejentado al lugar. Me invadió la pena, pensar que Jorge vivía allí. Seguí caminando. El lugar era deprimente. Al entrar a la cocina, el horror se apoderó de mi colgado de ganchos metálicos desde el techo el cuerpo de una mujer mayor, sin vida imitaba el gesto de alguien cocinando, tenía en sus manos pegado lo que parecía un cucharón. Giré e intente correr pero al hacerlo pude distinguir el sillón donde yacía otro cuerpo pero era una mujer joven, por el estado de los cuerpos haría tiempo que estaban allí. Solo atiné a exclamar un –¡¡oh por Dios!! Ya mis pies no respondían quería salir de ese horror lo más pronto posible pero solo podía moverme lentamente. Una puerta al costado estaba abierta y podía distinguir unos pies que asomaban sobre la cama. Me lo imaginé, no necesitaba verlo. Volví a girar, y lo vi ahí, parado, mirándome, sonriendo sin decir nada. Hizo la mueca que me provocaba terror por lo que salí corriendo hacia la comisaria.
Hice la denuncia, la policía inmediatamente partió para el lugar, yo quedé en la comisaria con un vaso de agua dada la excitación por mi descubrimiento.
Volvieron los policías, me miraron fijos y desconcertados, yo sin entender lo que pasaba pregunté – ¿todo bien oficial?
El policía me miró dubitativo, tras unos segundos habló – Yo no sé que vio usted señor, pero en el lugar no había nada ni nadie- Yo no cabía en el asombro, ¿como podía ser?- ¿QUEEEEE???- grité.
-Cálmese- Me intentó tranquilizar- hablamos con los vecinos, nadie habitó en ese lugar por años, lo vendieron hace poco, van a construir un edificio. 

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